Símbolo de la Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga

Símbolo de la Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga

Lema de la Comisión

"Con la cara al sol, vemos la gran Cruz de Religión o Muerte y la Cruz del Sur; ambas nos guían hacia la Estrella Federal y ésta nos da la luz de Dios, Patria y Hogar, esperanza nacional"

lunes, 14 de diciembre de 2009

EL TIGRE Y LA MONTONERA

El Tigre y la Montonera*
por Juan Martín Grillo

Facundo Quiroga.



                                                                                                    Por Juan Martín Grillo*

Amanecía el día con fuertes vientos aquel 27 de noviembre de 1789 en San Antonio de Los Llanos, Provincia de La Rioja. Era, sin embargo, un viento diferente el que se perfilaba, como cambiando algo.Vaya a saber si es que era acaso el hedor de los cuerpos marchitos que venían de la Europa, ya que por entonces los franceses derrocaban al “Antiguo Régimen”. Eran vientos de Revolución los que se colaron en Los Llanos. Y como será que así fue que por esas horas nacía el caudillo.Ya se podrían escuchar muchas cosas zumbando en el aire, además del viento.Con el niño en brazos, seguro que don Prudencio sintió lo que años más tarde experimentaría toda esta tierra: sintió que tras los ojos del chango clareaban las batallas; sintió que en sus cortos cabellos se ocultaban melenas de justicia; sintió que tras Juan Facundo Quiroga cabalgaba la Montonera.Pero… Que era todo eso? Que eran esos aires de triunfo, pasión, honor, derrota y leyenda que se enfrascaban en los destinos de ese niño? Que era lo que el Tata Dios le tenía deparao’ a Facundo?Como h’ai de ser la historia que el niño se convirtió al cabo de tres décadas en el Gral. Quiroga, el “Tigre de Los Llanos”, defensor de los pueblos del interior, espada de la Religión y la Fe Católica, ardid del Federalismo y máximo sostén de Unidad Nacional.Naide lo atajó jamás al “Tigre” Quiroga. Naide como él manejando la takuara. Naide como él a la hora de talonear un “Moro” y largarse chijando a la Pampa. Quiroga era la Montonera.La tierra sintió entonces el paso de Facundo. Ya fuere en “El Tala”, en “Rincón”, en “La Tablada” u “Oncativo”, el “Tigre” seguía entreverándose con fe. Solo lo movía una divisa: “FEDERACION O MUERTE”. O se hace la Patria como “los pueblos quieran” o no hay nada. Quiroga era el gaucho, el negro, el paisanito, el orillero, el indio. Era el Llano y la Montaña.De La Rioja hasta el desierto, de la Cordillera hasta el Plata, Facundo Quiroga marcó con su paso todos los territorios del país. Y siempre, junto a él, su Montonera.Tuito quedó truncao’ en Barranca Yaco. Ahijuna con los Santos Pérez y los Reinafé!!! La pucha digo de los maulas que se atrevieron a descabezar a un Pueblo libre, justo y soberano como el argentino.Y ese 16 de febrero de 1835 pareció –aún nos parece- que la Montonera se detuvo. De golpe, los bravos “capiangos” espolearon de arrebato sus “fletes” y rumbearon pa’ las entrañas de la tierra.La Montonera no cabalgó más.Aura, aquí postrada la Patria, aquí reunidos nosotros, estremeciendo los recuerdos, la pido a Ud. General Quiroga que vuelva a agitar la bandera de “RELIGIÓN O MUERTE”; le pido Gral., en nombre de sus paisanos, que vuelvan a espolearse los fletes y que se afilen las takuaras; le suplico General a Ud. que interceda pa’ con el Tata Dios y que a los argentinos les llegue algo de aquella justicia que los traidores nos negaron; le pido mi General que nos quite las cadenas con que nos han vuelto a esclavizar; le imploro mi General que vuelva a rugir “el Tigre” y la Montonera. Que vuelva la Montonera mi General!!! Los que aquí estamos podemos no ser esos bravos “capiangos” que en otra vida juimos, pero verdad h’ai de ser que somos verdaderos patriotas que amamos como Ud. a esta tierra. Se precisa, créame mi Gral., otra vez la Montonera.Como sello a esta plegaria, mi Gral., es que le digo lo que dijieron de Ud. los puetas: “La carne puede morir, pero Facundo jamás; habitará eternamente donde arda la llama de la libertad”. No afloje mi Gral. Todo el pueblo espera ver al “Tigre” cabalgar una vez más. Cabalgue Ud. y la Montonera lo seguirá!!!
VIVA JUAN FACUNDO QUIROGA!!! VIVA EL TIGRE DE LOS LLANOS!!! RELION O MUERTE!!! FEDERACIÓN O MUERTE!!! VIVA LA PATRIA!!!

*Discurso pronunciado por el Coordinador General de la Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga, Sr. Juan Martín Grillo, en ocasión del Acto por el 220° Aniversario del Natalicio del Gral. Quiroga, llevado a cabo en el Cementario de La Recoleta, en la Bóveda Familiar de la Familia Quiroga-Demarchi, el 27 de noviembre de 2009.

domingo, 22 de noviembre de 2009

NOVIEMBRE: Actividades del mes

La Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga invita a Uds. a las siguientes actividades:

ACTO 220° DEL NATALICIO DEL GENERAL JUAN FACUNDO QUIROGA

Viernes 27 de Noviembre de 2009: Bóveda de la Familia Quiroga-Demarchi (Cementerio de La Recoleta) a las 16:30hs
--------------------------------------------
ACTO 164° ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE LA VUELTA DE OBLIGADO (DÍA DE LA SOBERANÍA NACIONAL)

Viernes 20 de Noviembre de 2009: Pie del Monumento a Juan Manuel de Rosas, sito en Plaza Int. Seeber, Palermo (Av. Gral Sarmiento y Libertador) a las 16:30hs

164° Aniversario de la Batalla de la Vuelta de Obligado (20-11-1845)

“El Himno de Obligado”

Por José Luis Muñoz Azpiri (h)



Cuando sonó el primer cañonazo enemigo, Mansilla bajó el brazo derecho y cerró de un golpe el catalejo. Todo estaba consumado. El crimen era un hecho. La cuarta guerra exterior del país comenzaba. El héroe alzó el brazo de nuevo, dio la señal convenida y el Himno Nacional Argentino estalló en la barranca. La primera bala francesa dio en el corazón de la patria.La segunda bala francesa cayó sobre el Himno. El canto nacía indeciso en el fondo de las trincheras excavadas entre los talas, trepaba resuelto por los merlones de tierra, se deslizaba ágil por las explanadas de las baterías, corría animoso por los claros de grama esmaltados de verbenas, se animaba con furia animal en el monte de espinillos, y ascendía estentóreo y salvaje, en el aire de oro de la mañana de estío. Allí, hecho viento, transformado en ráfaga heroica, ganaba la pampa, el mar, la selva, el desierto, la estepa y la cordillera y uniendo de un extremo al otro del país la voz de júbilo con la de protesta, la de la imprecación con la del entusiasmo cívico, creaba un clamor de alegría y borrasca, incomparable y único.La voz clara y sonora de Mansilla acaudillaba los ritmos heroicos. El eco pasaba de una garganta a la otra; partía de los pechos de acero que amurallaban la patria y se confundía y entrechocaba sobre los muros de las baterías. Las notas prorrumpían de los bronces y tambores majestuosamente, con corrección inigualable, como en un día de parada. La banda del Batallón 1º de Patricios de Buenos Aires, que ejecutaba el himno al frente del regimiento inmortal, solo encontraba extraño en esta formación de tropas que, en vez de ser un jefe, fuese la Muerte quien pasara revista. Lo demás era lo acostumbrado desde los tiempos de Saavedra y la trenza con cintas. La hueste asistía impecable a la inspección, en tanto la metralla francesa e inglesa llovía sobre las filas sonoras y abría claros en la música y el verso.Los huecos se cubrían con premura y renacía la estrofa, redoblada y heroica. Cada voz sustituta centuplicaba la fuerza del canto. La oda se había constituido en una marejada incontenible de estruendo y de furia.Toda la barranca ardía en delirio con las voces. Cantaban los artilleros, los infantes, los marineros, los jinetes, los jefes, los oficiales y los soldados, los veteranos de cien encuentros y los novicios que por primera vez, olían la sangre y la muerte. La misma tierra quería hendirse para cantar. Parecía pedir la voz de todos los pájaros para acompañar en el canto a quienes la amparaban hasta morir abrazados sobre ella, crucificados sobre su amor, dándole a beber generosamente de su propia sangre. Cantaban allí los camaradas de aquellos que custodiaba en su seno, y que murieron defendiendo su pureza criolla en los campos, sobre los ríos y las montañas, en los páramos frígidos y a la sombra de los montes de naranjos donde dormían cálidamente, bajo la lluvia votiva del azahar.Los viejos patricios de Buenos Aires, los capitanes que cruzaron la cordillera con el Intendente de Cuyo y libertaron los países que se recuestan sobre un mar donde se pone el sol, los oficiales que habían combatido contra el Imperio del Brasil, destrozando a lanzazos los cuadros terribles de la infantería mercenaria austríaca, los marineros de camiseta rayada, cubiertos de cicatrices, que habían cañoneado y abordado naves temibles al mando del Almirante, en el río y en el mar, luchando en proporción de uno a veinte con la mecha o el sable en el puño, todos los que habían hecho la patria y no deseaban vida que no se dedicase a sostenerla, se hallaban allí y cantaban religiosamente, con la mirada arrasada y el corazón desbordante de ternura por los recuerdos, la canción que hablaba de cadenas rotas, de un país que se conturba por gritos de venganza, de guerra y furor, de fieras que quieren devorar pueblos limpios, de pechos decididos que oponen fuerte muro a tigres sedientos de sangre, de hijos que renovaban luchando el antiguo esplendor de la patria y de un consenso de la libertad que decía al pueblo argentino : ¡Salud! La canción era seguida por juramentos de morir con gloria y el deseo que fueran eternos los laureles conseguidos.Jamás resonó canción como aquella. Los que habían conseguido los laureles pedían frente a la muerte que fueran eternos, los que vivían coronados por la gloria adquirida luchando con el fusil, el sable o el cañón, a pie, a caballo o sobre el puente de una nave, en defensa de su Nación, juraban morir gloriosamente si la vida debía comprarse al precio del decoro y el valor.Los proyectiles franceses e ingleses caían ahora sobre la protesta, el desafío o la muerte, el orgullo y la voluntad. La voz, engrosada y magnificada por el eco, había recorrido de una frontera a otra de la tierra invadida, y retornaba al lugar de su nacimiento para recobrar vigor y lanzarse esta vez hacia el frente, en procura de los agresores. Descendía presurosa por la barranca, corría sobre la playa de arena, alcazaba la orilla del río, volaba sobre el espejo del agua y se lanzaba al abordaje sobre los invasores, repitiendo un asalto sorpresivo y desenfrenado. Trepaba por las cuadernas de las quillas, se encaramaba por las bordas, hacía esfuerzos desesperados por amordazar los cañones de 80 milímetros, de 64, de 32, las cien bocas que vomitaban fuego sobre las baterías de menor alcance, lograba poner el pie en las cubiertas, brincaba a lo puentes donde se hallaban, condecorados y magníficos, Tréhouart, el capitán de la Real Marina Francesa y el Honorable Hothan, de la armada de Su Majestad, con uniformes de gala, cubiertos de entorchados, dirigiendo con el catalejo el bombardeo implacable e impune; ascendía por los obenques a las gavias y las cofas y giraba sobre las arboladuras lanzando un grito recio y retumbante. Luego descendía sobre el río y soplaba en el mar, y a través de las olas, cabalgando sobre el agua y la espuma, pisaba la tierra desde donde las naves habían partido y se retorcía en remolinos briosos y épicos en busca de oídos para requerir, demostrar, probar, retar y herir.La canción aludía a los derechos sagrados del hombre y el ciudadano, a los principios de igualdad política y social, al respeto por la propiedad ajena, a la soberanía de la Nación, a la obligación de cada ciudadano de respetar la ley, a la libre expresión de la voluntad popular, al respeto de las opiniones y creencias ajenas, a la abolición de los obstáculos que impiden la libertad y la igualdad de los derechos. La voz hablaba de la injusticia de la metralla, y ésta, tal como si hubiera interpretado la protesta del canto, hería ahora el seno de la voz, en acto obstinado, buscando rabiosamente el corazón de la canción.Los defensores eran ya los árbitros de la batalla. El enemigo había entendido la voz y comprendía que el triunfo pertenecía, por derecho propio, al atacado, cualquiera fuera el desenlace de la acción. Ya no significaba nada vencer en el encuentro y cobrar el botín de la conquista para conducirlo a la tierra donde estallarían aclamaciones y vítores junto a los arcos de triunfo. El adversario cantaba estoico frente a la muerte; cantaba vivamente, alegremente, enhiesto e impasible, sin responder al fuego, como queriendo demostrar que era más importante terminar con aquel canto, antes que defender la vida y resguardar la defensa del paso. Los cañones de 80 golpeaban el vacío, asesinaban la nada; las granadas explosivas no acallaban la música ni podían matar la poesía. La lucha era imposible: ¡Si al menos los defensores hubieran dejado de cantar!...
Cuando la voz dejó de escucharse hasta en su último eco, Mansilla recogió de nuevo el catalejo, tomó la espada, y alzando el brazo nuevamente, dio orden de iniciar el fuego contra las naves. La barranca ardió en llamas y comenzó el cañoneo que se sostendría por espacio de ocho horas…Pero la hazaña principal estaba cumplida, con el Himno entonado frente al adversario y que escucharían después los siglos. La música de los cañones sólo componía el acompañamiento de este canto. El héroe había legado a la patria su tesoro más puro de heroísmo, de exaltación emocional y de pasión patriótica: el Himno ganaba de paso, igualmente, la batalla de la Vuelta de Obligado.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Reseña de la Conferencia de Prensa ofrecida por la Comisión Quiroga en La Manzana de las Luces el 23 de octubre de 2009

COMISIÓN PERMANENTE DE HOMENAJE A JUAN FACUNDO QUIROGA
Fundada el 12 de agosto de 2001


Buenos Aires, 30 de Octubre de 2009



COMUNICADO DE PRENSA


Siempre que se oye un testimonio histórico sobre alguien que creó el espíritu en el que nacimos como patria, el espíritu que hizo elevar nuestro idealismo, y el espíritu que agrandó nuestra pasión purificada del ser nacional, nos reconforta.
Juan Facundo Quiroga, no merecía ser el único caudillo sin fecha de nacimiento conocida.
La Comisión Permanente de Homenaje a nuestro patriota, a través de la Subcomisión de Investigaciones Históricas, el día 23 de octubre pasado, dio a conocer un escrito de puño y letra, fechado el 29 de abril de 1903, del Dr. Eduardo Gaffarot, nieto de nuestro caudillo, y ante la presencia destacadas personalidades, pudimos demostrar y decir, que Juan Facundo Quiroga, nació el 27 de noviembre de 1789.
Reconocemos el interés que causó nuestra invitación para algunos historiadores referentes, para parte del periodismo, y además, para otros institutos de investigaciones históricas.
Cuando la pasión nos desvela y la obligación de dar servicios a nuestros descendientes, sobrepasan estos desvelos, miramos el camino con la esperanza que quiso nuestro prócer.
Nuestro agradecimiento a los que no pudieron concurrir al acto rusticando su ausencia y, a los que si se hicieron presente, por el calor uniforme de su interés por los conocimientos históricos, y deseos patrióticos.-


Nicolás Carrizo
Presidente
Luis Mario Odino
Secretario
Juan Martín Grillo
Coordinador General

lunes, 26 de octubre de 2009

OCTUBRE: Seminario L° de Los Caudillos dedicado a la Unidad Nacional y el Federalismo

"Buenos Aires, 17 de octubre de 2009 - Año de Homenaje a Raúl Scalabrini Ortíz"


SEPTIEMBRE: Seminario n° L de "Los Caudillos Federales" dedicado a la Unidad Nacional y el Federalismo



La Comisión Permanente de Homenaje al Brig. Juan Facundo Quiroga se enorgullece en hacer extensiva la invitación a todos los interesados a participar del L° Seminario de “Los Caudillos” dedicado a la Unidad Nacional y el Federalismo. El mismo se llevará a cabo en la Sede del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, sito en Montevideo 641 -entre las calles Tucumán y Viamonte- de ésta Ciudad. La entrada es libre y gratuita. Las charlas se sucederán los días 29 y 30 del corriente mes en el horario de 19:30hs. El itinerario, por tanto, ha quedado distribuido de la siguiente manera:

Jueves 29 de octubre 19,30 hs.: "Juan Facundo Quiroga: el caudillo de la Unidad Nacional y el Federalismo Popular" por el Lic. Nicolás Carrizo.


Viernes 30 de octubre 19,30 hs.: "Juan Felipe Ibarra: Pilar de la Santa Federación" por el Prof. Juan Martín Grillo.

Agradecemos su difusión, así como esperamos vuestra presencia y participación.

Saludamos a Uds. muy Atte.



Lic. Nicolás Carrizo
Presidente


Dr. Sandro Olaza Pallero
Secretario General

Sr. Juan Martín Grillo
Coordinador General

- Entrada libre y gratuita -
Se entrega certificado de asistencia
Montevideo 641 Capital Federal

miércoles, 14 de octubre de 2009

Reseña documental del XLVII Seminario "Los Caudillos" dedicado a Martín Miguel de Güemes

Güemes ya tomó partido: don Martín es Federal
Por Juan Martín Grillo


“En tiempos en que la Patria
Necesitaba valientes,
El gaucho Martín se puso a pelear
Entreverado con su gente”

Hernán Figueroa Reyes



La figura de don Martín Miguel de Güemes es una de las más fascinantes y heroicas de nuestra Historia. Su mística nos maravilla, al igual que lo hacen sus ideales y la forma en que luchó abnegadamente por ellos, al punto de alcanzar la gloria de Dios con su propio martirio en pos de que se realizaran. Muchas naciones desearían, desde lo más profundo de sus sentimientos soberanos, contar con tan titánico personaje.
¡Que grandeza la de nuestro Martín Güemes! ¡Que pigmeos, en comparación, que se dilucidan los que fueron presa de su sable emancipador y de las tacuaras de sus montoneras! ¡Que grandioso destino nos era reservado como Patria de haber procurado seguir firmemente el ejemplo de este caudillo! ¡Cuantas fueron y son las horas que se han diluido en lágrimas por su ausencia física desde aquél triste 17 de junio de 1821!
Tal es el volumen de este hombre, tanto es su simbolismo, que -aún en la actualidad- el nombre “Martín” es sinónimo de la cultura criolla. Nunca olvidemos que don José Hernández, en un claro homenaje al prócer salteño, eligió ese nombre para bautizar al gaucho protagonista de su obra.
Basta ver un poco la realidad para notar esta y otras afirmaciones. Al día de la fecha, y en muestra de agradecimiento y amor, los gauchos de Salta (y aún de toda la Argentina) se reúnen todos los años la noche del 16 de junio y conmemoran la “Guardia Bajo las Estrellas”. Allí, con la sola presencia del firmamento, pasan las horas en vela, en señal de duelo y realizando un constante homenaje al Gral. Güemes. Esa noche de 1821, y bajo un cebil colorado, don Martín ascendió a los cielos “custodiado” por sus gauchos. Eso mismo es lo que se recuerda con esta “Guardia”. El cebil colorado todavía se conserva... así como el patriotismo del pueblo salteño, su sentido de la tradición y su amor a la Patria.
¡Aún más! El poncho salteño, pieza característica de la indumentaria norteña, recuerda a Martín Güemes. Siendo vital para la guerra de emancipación que los hombres no sintieran miedo al combatir, Güemes ordenó a las chinitas que tejieran para sus guerreros prendas de color rojo punzó -color propio de la sangre humana- para que si en medio de la refriega éstos sufrían heridas, éstas quedaran desaparecidas (o al menos camufladas) bajo el tinte de dichos ropajes. Luego del paso a la inmortalidad de don Martín, en ese poncho se vio introducida una gran franja de color negro, en señal permanente de luto por la irreparable pérdida sufrida por Salta y por nuestro país todo.
Debo confesar, además, que incluso a mi me ha afectado personalmente la imponente figura de este “General Gaucho”. Desde que conozco su obra, desde que investigo su vida y sus hazañas, no he podido dejar de agradecer a los cielos y mis propios padres el haberme bautizado con el nombre “Martín”.
Empero todas estas proezas, la figura de Güemes –como muchas otras figuras de la Historia Argentina- ha sido casi olvidada por la historiografía liberal.
¿Por que? Pues bien, solo Dios sabe que ha motivado a que los “Historiadores Oficiales” oculten las verdades sobre tan genial héroe. Pero, y aunque quizá sea un paso atrevido, creo conocer la respuesta a esa pregunta: Güemes, como todos los verdaderos patriotas, era Federal, o al menos simpatizaba con el federalismo que proponían José Gervasio de Artigas, Estanislao López, o Juan Bautista Bustos, entre otros. Aquí es donde, infiero, está el meollo de la cuestión. Todo Federal –o mero simpatizante del federalismo- ha sido condenado por las tintas liberales y mentirosas de la desintegración y la antipatria. Un hombre como Güemes, un “cacique” según Rivadavia y los suyos, no podía ser otra cosa que un bárbaro, un opresor, un mujeriego, un ser demoníaco y despreciable. El razonamiento de estos cipayos era simple: Güemes era un caudillo, un caudillo Federal, y por lógica debía desaparecer de la memoria del pueblo. Para suerte de nuestra empresa de reivindicación, estos traidores olvidaron que la memoria de los pueblos es eterna… tan eterna como esa misma reivindicación que el revisionismo histórico profesa…
Sin embargo, y debo reconocerlo, coincido en un pequeño pero trascendental punto con dichos traidores: Güemes era federal... y más aún: SIEMPRE LO SERÁ!
Eso es lo que aquí pretendo demostrar: la adscripción del Gral. Martín Miguel de Güemes a las ideas de federalismo, pese a que el mismo prócer jamás se manifestó expresamente en este sentido.

¿Quién fue Martín Miguel de Güemes?

Martín Miguel de Güemes nació el 5 de febrero de 1785 en la ciudad de Salta, siendo sus padres don Gabriel de Güemes Montero y doña Magdalena Goyechea y de la Corte, el primero oriundo de Abienzo, Asturias; y la segunda nacida en la ciudad norteña antes nombrada.
Martín Miguel vivió sus primeros años en un ambiente rural, ya que su padre, además de ser Tesorero de las Cajas Reales de Jujuy, dedicó su vida a la cría y venta de mulas, elemento vital para el comercio alto-peruano, del cual provenía la principal fuente de ingresos y crecimiento de la así llamada Intendencia de Salta del Tucumán, circunscripción que ostentaba la responsabilidad de ser la más grande del Virreinato del Río de la Plata. Esta experiencia en el campo ha de dotar al futuro caudillo de un conocimiento casi absoluto respecto de las tierras del norte y de sus paisanos, los gauchos.
En febrero de 1799, contando con solo 14 años, el joven Martín Güemes se enlistó en la 6ª Compañía del Tercer Batallón del Regimiento Fijo –estacionado temporalmente en Salta- dando inicio así a su carrera militar.
En el mes de junio de 1806, mientras Güemes servía como cadete en su provincia, se produce la primera invasión inglesa. Como consecuencia, el Regimiento fue llamado a defender Buenos Aires de la agresión británica.
Además de luchar con excelsa gallardía, don Martín consigue una proeza sin igual el día 12 de agosto, Día de la Reconquista de la ciudad porteña: con un batallón de caballería logró cargar contra un barco inglés encallado en la Bahía de Quilmes, llamado “Justine”, y lo tomó por asalto, provocando la rendición de los tripulantes. Esta acción, así como su desempeño al año siguiente en tácticas de observación en las afueras de Montevideo, le granjearán un importante reconocimiento de sus superiores, materializándose al poco tiempo en un ascenso al rango de Subteniente de Caballería.
Durante su estadía en Buenos Aires, que se extendió hasta el año 1809, Güemes se contactó con hombres que empezaban a abogar por las ideas revolucionarias que pronto estarían en boga por todo el continente. Estos hombres, entre ellos Feliciano Chiclana, con quien nuestro biografiado traba una importante relación, encarnaran el movimiento que desemboca en la Revolución de Mayo de 1810.
Con la ayuda de Moldes, Güemes opera de intermediario entre Buenos Aires y Salta, logrando que en 1810 la Intendencia norteña sea uno de los primeros territorios que adhieren a la causa de Mayo. En Julio de ese año, el Cabildo de Salta envía a don Calixto Gauna como diputado a la Junta Gubernativa que preside Cornelio Saavedra, quien a su vez designa al mismo Chiclana como enviado en aquella provincia.
Por esos días, Güemes es designado por el Cnel. Juan Martín de Pueyrredon como Jefe de la Partida de Observación situada en la Quebrada de Humahuaca, desde donde nuestro héroe comienza a hostigar a las avanzadillas del Ejército Realista que opera desde el Alto Perú. Esta partida, que no era más que un grupo de gauchos mal armados pero hinchados de patriotismo, va ganando adeptos rápidamente, en gran medida por la fama que en ese entonces ya gozaba su joven Comandante a lo largo de toda la frontera norte.
La táctica de Güemes y los suyos era simple pero efectiva. Consistía en realizar ataques fulminantes de caballería, a modo de guerrilla, cayendo sobre las tropas de línea de los “godos” y dispersándolos, ocasionando a los invasores terribles pérdidas en bagajes y pertrechos. Finalizado el ataque, los milicianos volvían a los cerros desde donde habían salido, para reaparecer con posterioridad en otro punto de conflicto y repetir nuevamente la misma maniobra.
Luego de la primera derrota de las armas criollas en la Batalla de Cotagaita (27 de octubre de 1810), Güemes encabeza el Regimiento “Los Decididos de Salta” en la acción de Suipacha, el 7 de noviembre, donde gracias a los ataques de sus gauchos los patriotas consiguen la primera victoria en la guerra de independencia.
En 1812 el Gral. Manuel Belgrano, ahora Jefe del Ejército Auxiliar del Alto Perú, envía a Martín Güemes primero a Santiago del Estero, y luego a Buenos Aires en calidad de agregado al Estado Mayor del Ejército “a la espera de órdenes”. Esto aparta al caudillo salteño de su tierra, y le impide estar presente en los triunfos que seguirán.
A las victorias patriotas de Tucumán y Salta se suceden las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Entonces, Belgrano comprende que la presencia de Güemes en Salta es indispensable para la causa y manda a llamar por él.
En 1814 el caudillo llega a Tucumán junto con San Martín, quien le encomienda el mando de la avanzada del Río Pasaje, ordenándole se ponga al frente de las milicias salteñas campesinas –que al poco tiempo conformarán el denominado Regimiento “Los Infernales”- y hostiga a más no poder a los “enemigos de la libertad”. Allí comienza la “guerra gaucha”. Tras su primer triunfo es ascendido a teniente coronel de ejército a pedido del propio Libertador.
El 14 de abril de 1815, el Cnel. Martín Güemes logra la proeza de derrotar con sus milicias a una avanzada del ejército realista –entonces comandado por Pezuela- en la Quebrada de Humahuaca, en el denominado “Puesto del Marqués”.
El 6 de mayo de 1815, el Cabildo de Salta designa al Cnel. Martín Miguel de Güemes “Gobernador” de la provincia, que desde el 1814 solo conforman las ciudades de Salta, Jujuy, Tarija, Orán y sus respectivos distritos de campaña. Jujuy lo reconoce en el cargo en septiembre de dicho año.
El 10 de julio de ese mismo 1815, Martín Miguel contrae nupcias con doña Carmen Puch, una joven salteña de 18 años, apodada por todos como “la más linda de Salta”. Ella será la única compañera de su vida, y hará padre al héroe en tres ocasiones: con Martín, Luis e Ignacio.
Luego de las antedichas derrotas sufridas por el Ejército del Norte en Vilcapugio y Ayohuma, el gobierno de Buenos Aires decide reemplazar a Belgrano, primero por San Martín –que rechaza el puesto- y luego por José Rondeu. Éste, unos meses después de tomar posesión de la jefatura, sufre una desastrosa derrota el 29 de noviembre de ese año de 1815 en Sipe Sipe. Este desafortunado revés traerá infinitos pesares a la provincia de Salta y a los demás territorios del norte.
Luego de ser derrotado, Rondeau le exige a Güemes, en un tono desafiante, que se ponga a sus órdenes, entregue el parque de armas y cualquier tipo de provisión para el errante “Ejército” del Norte, y que permita el paso del mismo a Tucumán, en cumplimiento de la orden del Director Supremo, Juan Martín de Pueyrredon.
Don Martín rechaza de pleno estas y otras pretensiones de Rondeau, quien responde a la negativa de Güemes con acusaciones serias de “traición” que complican la situación al punto de temerse una verdadera guerra civil en el bando patriota. Pero Rondeau, al mando de un ejército de línea altamente mermado, se ve incapacitado de realizar cualquier maniobra contra las aguerridas huestes de Guëmes, hecho que lo obliga a suscribir un pacto, en Los Cerrillos, el 22 de marzo de 1816, con el gobernador salteño. Allí, Rondeau jura retirar sus tropas de Salta y se rectifica de todos sus dichos y acciones pasadas contra Güemes.
Para el 15 de junio de 1816, a menos de un mes de la independencia Nacional, la situación desesperada del Ejército del Norte obliga a Pueyrredon a ordenar el retiro de éste cuerpo a Tucumán para su reorganización, encomendando a Güemes y sus milicias la defensa de las provincias del norte y la seguridad del propio Ejército del Alto Perú.
Si bien en agosto de 1816, Manual Belgrano es designado nuevamente como Jefe del Ejército Auxiliar radicado en Tucumán, quedando Güemes con sus milicias como jefe de la vanguardia, el ejército de Belgrano nunca sale de Tucumán sino hasta febrero de 1819. En esta oportunidad, y como parte de tantas agresiones proferidas desde Buenos Aires a las provincias, el Directorio dispone que el Ejército marche hacia el sur para reprimir a los caudillos federales del litoral.
En 1817 Güemes vence al mariscal José de la Serna, quien invade Jujuy con 5.500 hombres, afirmando que llegaría a Buenos Aires al cabo de 8 meses. Como reconocimiento de su victoria, don Martín es ascendido por Pueyrredón al rango de Coronel Mayor.
A fines de este mismo año, Güemes rechaza al jefe de la vanguardia española, general Pedro Antonio Olañeta. En 1819 contiene en Jujuy al general José Canterac; y en junio de 1820 vence a los 6.500 hombres que comanda el general Juan Ramírez Orozco, alias “Barbarucho”. Con esta última invasión finalizan las intenciones de los españoles de llegar a Buenos Aires para recrear el Virreinato del Río de la Plata.
Como su provincia no recibía dinero ni auxilios suficientes para los gastos de la guerra, Güemes impuso a los salto-jujeños contribuciones obligatorias, motivando el disgusto de los pudientes. También prohibió el comercio con el Alto Perú, dado que éste beneficiaba a las fuerzas invasoras, ganándose de esta forma la enemistad de comerciantes y hacendados.
El 8 de junio de 1820 San Martín lo designa General en Jefe del Ejército de Observación, encomendándole la misión de auxiliarlo en la liberación del Perú.
Don Martín encara ésta designación con absoluta entrega a la causa emancipadora. Hasta el 27 de enero de 1821 –día en que delega el mando de gobernador- se dedica a organizar la Expedición al Alto Perú y auxiliar definitivamente a San Martín. Sin embargo, si bien las provincias argentinas lo reconocen como jefe del Ejército de Observación, no le envían la ayuda que él les solicita en dinero, ganado y pertrechos.
Durante el período que va desde febrero hasta junio de 1821, Güemes se encuentra rodeado de enemigos. Primero, el gobernador de Tucumán, Bernarbé Araoz, impide que Santiago del Estero –ya gobernada por don Juan Felipe Ibarra- le preste ayuda para su campaña. Más aún, el tucumano se niega a remitirle las armas y municiones que dejó en depósito el Ejército Auxiliar –ya sublevado en Arequito desde el año anterior-.
Empujado igualmente por Bernarvé Araoz, el Cabildo de Salta depone a Güemes acusándolo de tirano, posición compartida por el Cabildo de Jujuy. Mientras tanto, el general español Olañeta aprovecha la situación para apoyar a los enemigos internos del prócer.
El 31 de mayo de 1821 nuestro caudillo recupera el poder de una manera algo extraña. Enterado del “golpe” que se gestaba, don Martín apresura su caballo rumbo a la propia ciudad de Salta, foco de la insurrección. Allí, y quizá recordando la vuelta al poder de Napoleón a su regreso de la Isla de Elba en 1815; Güemes entró solo a la ciudad y preguntó a la tropa que le salió al paso “¿Quién se atreve a dispararle al gobernador?”. Luego de un breve silencio, recibió los júbilos y vivas de todo el público, recuperando de esa forma el gobierno de su provincia.
Pero aunque pudo recuperar su gloria y cargo, el general Güemes tenía los días contados.
El 7 de junio de ese año, una división española de Olañeta, guiada por opositores internos, pone sitio a Salta. Estando en casa de su hermana Magdalena (popularmente conocida como Macacha) Güemes escucha disparos y sale a imponer el orden.
Al llegar a la bocacalle, una partida española lo rodea, resultando mortalmente herido en una nalga cuando consigue superar el cerco.
Güemes muere en la Cañada de la Horqueta, rodeado de sus gauchos, el 17 de junio de 1821, previa orden dada al coronel Jorge Enrique Vidt de que ponga sitio a la ciudad de Salta hasta la expulsión definitiva de los españoles. Vidt, habiendo jurado por el sable del mártir que cumpliría con lo encomendado, pone sitio a la ciudad, y al cabo de tres meses los españoles se retiran, para no volver jamás a ollar el suelo patrio.
Sus Restos descansan hoy día en el “Panteón de los Glorias del Norte de la República”, situado en la Catedral Basílica de Salta.

El Federalismo de Güemes

Hasta aquí mucho hemos dicho sobre el prócer y su leyenda. Pero... acaso era Güemes un “federal”?
Para darle mediana respuesta a esta pregunta debemos primero definir el término “federal”, partiendo de una raíz etimológica apropiada.
La Real Academia Española nos dice que la palabra “federal” tiene su origen en la voz latina “foedus”, que significa “Pacto” o “Alianza”. Entonces, se dice “federativo” al sistema de varios Estados que, rigiéndose cada uno por leyes propias, están sujetos en ciertos casos y circunstancias a las decisiones de un Gobierno central. Si hubiéramos de guiarnos únicamente por lo antedicho no cabría duda posible en la afirmación que hemos profesado.
Sin embargo, y a modo de incógnita, surgen varios actos realizados por el héroe que nos llevan, indefectiblemente, a pensar si es correcta la afirmación del federalismo güemesiano.
Primeramente, y lo hemos dicho al inicio de este texto, Güemes JAMAS se pronunció expresamente por el “Federalismo” o el “sistema de federación”. ¿Cómo sabemos esto? Pues bien, ocurre que Martín Güemes es uno de los próceres mejor documentados de la Historia Argentina. Recordemos que fue su propio sobrino nieto, el Dr. Luís Güemes, quién recopiló todo el epistolario del caudillo en su obra “GÜEMES DOCUMENTADO”.
Segundo, y hurgando más en la vida del Gral. Güemes, encontramos algunas actitudes contradictorias del prócer. En 1819, y siempre argumentando la necesidad de preservar la “Unidad Nacional”, nuestro biografiado hizo jurar la Constitución Unitaria de ese año a la provincia de Salta, siendo aquella uno de los pocos territorios en jurarla. Esta actitud, más cercana al centralismo que al autonomismo, nos deja pensando a muchos. Paralelamente, y suponemos que por el mismo motivo, Güemes siempre se manifestó contrario al accionar de los caudillos federales del Litoral, como Artigas, Ramírez y López, por considerar sus actos como “anarquizantes”.
Tercero, y no menos importante, es el hecho de que Güemes no sostuvo, desde el punto de vista doctrinario, la organización “federal” país. Es más, llegó a compartir con Belgrano la idea de implantar una monarquía incaica de carácter hereditario en el Río de la Plata.
Estos hechos cambian un poco las cosas. Al parecer nuestro panorama se tiñe, por momentos, de color “celeste escocés”. Pero no. A las tesis –hegelianamente hablando- se suscitan las antítesis. De ambas solo puede extraerse una síntesis, la cual es lo más cercano posible a la verdad. Precisamente, esa síntesis es el objeto de ésta investigación.
Para afirmar el federalismo de Güemes debemos calar hondo, en profundidad, sobre el mismo ser filosófico del “federalismo”.
Decía el Dr. Silvestre Pérez que “se comprende que la España pura, se continuase en sus fundamentos y modificada por el medio ambiente, en los hombres de América, en el tipo autóctono, formado por el medio y por la herencia, en casi todos ellos, porque los de origen de otras naciones eran pocos, dado que la inmigración era muy pequeña obstaculizada por la misma Madre Patria; se comprende, repito, que la subconciencia de los pueblos americanos fuera en mucho parecida a la española, y que su manera de considerar la vida estuviera muy influenciada por ésta, y que tomó el nombre de Federalismo.”[1] Así las cosas, es dable entender al federalismo como una continuación de la tradición hispánica. Esta afirmación es muy seria, y aunque no parece abrir un nuevo juicio, decir que el federalismo es, en última instancia, un nexo “natural” con la Madre Patria acerca de una manera intensa a Güemes con la postura federal.
Recordemos, por un instante, que Salta es considerada como una de las provincias que más conservan la tradición criolla. Basta remitirnos al inicio de este mismo texto para recordar que aún después de casi dos siglos, los gauchos de Salta rememoran la “Guardia Bajo las Estrellas”. Además, toda indumentaria gauchesca –como el poncho- tiene una relación íntima con los salteños. Quiero asumir, sin temor a equivocarme, que así ha sido siempre. Güemes, como mártir que es de la causa emancipadora, nunca negó este rasgo tradicional en sus paisanos. Todo lo contrario, lo aumentó. Prueba de ello es el nivel de entrega a la causa que demostraron los norteños en los albores de la Patria.
En este orden de cosas, continúa el Dr. Pérez: “Federalismo digo, no debe ser tomado sólo como un sistema político o social, sino algo más amplio: un concepto de la vida [...] Era España una monarquía federativa, y cada región o reino... tenía sus características propias y sus fueros.”[2] A esto que aquí llamamos “federalismo” se lo conocía en Europa como “regionalismo”.
Quizá la mejor prueba de esa herencia es que, apenas se produce el movimiento por la independencia, la mayoría de los territorios hispanoamericanos mantuvieron los límites geográficos de los antiguos Virreinatos, respetando las divisiones previamente establecidas. Paralelamente, las actuales “provincias” de cada uno de estos Estados tienen sus capitales en donde otrora funcionaron los Cabildos. No es casualidad.
Es sabido, por otra parte, que la mayoría de los dirigentes unitarios provenían de sectores ligados a la “teoría” y al “deber ser” de las cosas. Atiborrados de datos, nunca alcanzaron a ver la realidad, probablemente porque la “levita” que llevaban les cortaba la circulación de oxígeno al cerebro, así como les impedía palparse el corazón para sentir a las necesidades y los clamores de los pueblos. Güemes era diferente a esto. Él no solo conocía a la perfección a su tierra y a su gente, sino que además los sentía. Sabía perfectamente de qué eran capaces sus gauchos, y con ese espíritu acompaño el proyecto sanmartiniano de emancipación sudamericana.
Probablemente, y arribando a otra cuestión, la característica más “federal” de Güemes sea el “autonomismo de hecho” con que se desenvolvió durante su período al frente de la gobernación de Salta. No olvidemos que, haciendo uso de facultades nunca ejercidas por ningún territorio, el Cabildo de su provincia lo nombró en dicho cargo, mostrando una verdadera autonomía respecto del gobierno central de Buenos Aires, que por esos días designaba a todos los funcionarios ejecutivos del país.
Profundizando este punto, debemos recalcar el conflicto de nuestro héroe con José Rondeau. En referencia a esto, Ramón Torres Molina señala: “Las diferencias de Güemes con Rondeau lo llevaron a separarse del Ejército del Norte después del combate del Puesto del Marqués, reivindicando así su autonomía política. Ponía fin, de esta forma, a la subordinación que había mantenido hacia el gobierno central desde 1810...” [3]
Con ésta separación, el caudillo salteño pudo desenvolverse con total libertad en la guerra de emancipación siguiendo sus tácticas guerrilleras, más flexibles que las rígidas disciplinas militares del viejo continente.
Continúa Torres Molina en este sentido: “La autonomía de Güemes permitió defender a Salta de las invasiones realistas, estableciéndose un federalismo de hecho que surgía, como el federalismo de Artigas, como una acción defensiva para mantener inalterables los objetivos de las guerras de la independencia.”[4]
Hasta aquí hablamos entre supuestos y conjeturas. Pero me gustaría aportar documentos que, si bien no nos muestran a Güemes como un “federal” explícitamente, lo acercan de manera contundente a ello.
En carta fechada el 3 de febrero de 1820, el Gral. Juan Bautista Bustos –ya por entonces gobernador de Córdoba- se manifiesta vía oficio a Güemes en los siguientes términos: “...No encuentro otro medio que el que indico a Ud. de oficio, sólo de ese modo erigido un gobierno, se podrá nombrar también por él, general que haya de mandar en jefe todas las fuerzas de las provincias Federadas; el Congreso determinará el modo y recursos para mantenerlas... Mucho tiempo ha que puede Ud. haber conocido que lo aprecio, que sus ideas y opinión no distan de las mías y que seguramente conté con Ud. cuando di el paso que ha sellado la libertad a las provincias de ese yugo ignominioso a que las tenían sujetas las facciones de Buenos Aires... Ya no tenemos más enemigos que los godos... Fdo Juan Bautista Bustos.”[5]
Pocas son las dudas que nos deja en su misiva el caudillo cordobés. Si bien no ha llegado a nuestros días ni el oficio original ni la contestación de esta carta, podemos atrevernos a suponer que Martín Güemes hizo declaraciones positivas respecto del sistema de Federación. Más aún, Bustos le recuerda que “sus ideas y opinión no distan de las mías”. Hoy día es sabido que, si bien el cordobés combatió a López y a Ramírez en 1817 y 1818, luego del “Pronunciamiento de Arequito” del 8 y 9 de enero de 1820 abrazó las ideas federales, las cuales llevó a cabo en su gobernación de Córdoba y sostuvo por el resto de su vida. Si las ideas de Bustos “no distan” de las de Güemes, podemos al fin afirmar que el caudillo salteño era federal.
Pero por si esto fuera poco, una última carta podría aclararnos más el panorama.
En el Archivo del Brig. Gral. Juan Facundo Quiroga surge una pieza, fechada en Salta el 6 de enero de 1833. La escribió nada menos que Magdalena Güemes de Tejada y está dirigida al mismo Gral. Quiroga. En ella, Macacha presupone el federalismo de su célebre hermano e invoca su condición de federal.
Por muchas fuentes sabemos que Macacha no fue solo la hermana del prócer, sino su mejor amiga y confidente. Su solo testimonio debería bastar para afirmar, al fin y al cabo, que Martín Miguel de Güemes fue federal, al menos los últimos años de su vida.
Pero Güemes, en palabras de Torres Molina, “más que federal era patriota y para llevar adelante los objetivos de la Revolución de Mayo y la guerra por la independencia debió romper con el poder central, asumiendo así un federalismo de hecho, por encima de toda posición doctrinaria con respecto a la forma de gobierno o de organización del estado.”[6]
Pese a las contradicciones, Güemes reconocía el “clamor de los pueblos” en el sentido federativo. Torres Molina cierra con estas palabras, las cuales clarifican terminantemente: “Si en Artigas el hecho federal coincidía con la teoría federal, en Güemes esa coincidencia no se dio y junto a su política federal, que rompía con el estado centralizado, propugnaba un gobierno monárquico o un gobierno de unidad nacional.”[7]

Conclusiones

Hoy en día, existe una tendencia muy propagada de considerar a la gran mayoría de los caudillos como “federales”, sin ahondar demasiado en sus ideas o sus vidas.
Quizá el caso más emblemático nos viene de la mano del Dr. Pacho O’Donell, quien en su obra “Caudillos Federales” no solo destaca un extenso capítulo a don Martín Güemes, sino que inicia el mismo con éstas palabras: “Güemes fue un caudillo federal carismático, precoz por su rebeldía contra la prepotencia porteña y su espontáneo espíritu federal, por su defensa de los derechos de las provincias, en especial de la suya, Salta.”[8]
No hay mejor federalismo que el que se practica, como no hay mejor cosa que la que efectivamente se hace. La patriótica desobediencia de Güemes a las pretensiones centrales de Buenos Aires no solo no resultó en una “anarquía” –como inferían los porteños- sino que sirvió para alejar definitivamente la amenaza española de esta parte del continente.
Para finalizar, diré que aunque en nuestras mentes apasionadas por la historia a los investigadores nos gusta hurgar en lugares no descubiertos, quizá a don Martín esto poco le importó. Su martirio por la emancipación americana y por la defensa de Salta no deja duda alguna de ello.
Y si no, recordemos aquella célebre frase del héroe: “Trabajemos con tesón y empeño, que si las generaciones presentes nos son ingratas, las futuras venerarán nuestra memoria, que es la recompensa que deben esperar los patriotas.”

Fuentes:
- NEWTON, JORGE; “Güemes el caudillo de la Guerra Gaucha”, PLUS ULTRA
- GÁLVEZ, LUCÍA; “Martín Güemes: Baluarte de la Independencia”, AGULAR
- COLMENARES, LUIS OSCAR; “Martín Güemes: El héroe martir”, CIUDAD ARGENTINA
- TORRES MOLINA, RAMÓN; “Unitarios y Federales en la Historia Argentina”, CONTRAPUNTO
- PÉREZ, SILVESTRE; “Filosofía del Federalismo en el Río de la Plata”, TIPOGRAFÍA ATLÁNTIDA
- GÜEMES, LUIS; “Güemes Documentado”, Tomo 6, PLUS ULTRA
- O’DONELL, PACHO; “Caudillos Federales: El grito del interior”, NORMA

[1] PEREZ, SILVESTRE; “Filosofía del Federalismo en el Río de la Plata”, Ed. TIPOGRAFÍA ATLANTIDA, pág. 19
[2] Ibídem
[3] TORRES MOLINA, RAMÓN, “Unitarios y Federales en la Historia Argentina”, Ed. CONTRAPUNTO, pág. 97
[4] Ibídem pág 99
[5] GÜEMES, LUIS; “Güemes Documentado”, Ed. PLUS ULTRA, Tomo 6, pág. 418/419
[6] TORRES MOLINA, RAMÓN; Ob. cit. pág. 127
[7] Ibídem
[8] O’DONELL, PACHO; “Caudillos Federales: el grito del Interior”, Ed. NORMA, pág. 75

miércoles, 16 de septiembre de 2009

SEPTIEMBRE: Seminario n° XLIX de "Los Caudillos Federales" dedicado a la Época Hispánica


"Buenos Aires, 14 de septiembre de 2009 - Año de Homenaje a Raúl Scalabrini Ortíz"

SEPTIEMBRE: Seminario n° XLIX de "Los Caudillos Federales" dedicado a la Época Hispánica




La Comisión Permanente de Homenaje al Brig. Juan Facundo Quiroga se enorgullece en hacer extensiva la invitación a todos los interesados a participar del XLIX° Seminario de “Los Caudillos” dedicado a la Época Hispánica. El mismo se llevará a cabo en la Sede del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, sito en Montevideo 641 -entre las calles Tucumán y Viamonte- de ésta Ciudad. La entrada es libre y gratuita. Las charlas se sucederán los días 24 y 25 del corriente mes en el horario de 19:30hs. El itinerario, por tanto, ha quedado distribuido de la siguiente manera:

Jueves 24 de septiembre 19,30 hs.: "Hernando Arias de Saavedra: caudillo del Río de la Plata" por el Dr. Enrique Arturo Bonomi.

Viernes 25 de septiembre 19,30 hs.: "Santiago de Liniers, caudillo de la Reconquista en 1806-Las invasiones inglesas como hito histórico prerrevolucionario" por el Dr. Arturo Pellet Lastra.

Agradecemos su difusión, así como esperamos vuestra presencia y participación. Saludamos a Uds. muy Atte.

Lic. Nicolás Carrizo

Presidente

Dr. Sandro Olaza Pallero

Secretario General

Sr. Juan Martín Grillo
Coordinador General



- Entrada libre y gratuita -
Se entrega certificado de asistencia
Montevideo 641 Capital Federal
institutorosas@cultura.gov.ar / comisionfacundoquiroga@gmail.com / restaurandolasleyes@gmail.com

viernes, 7 de agosto de 2009

AGOSTO: XLVIII Seminario dedicado a los Caudillos Federales: Simbolismo, mística y religión


"Buenos Aires, 06 de agosto de 2009 - Año de Homenaje a Raúl Scalabrini Ortíz"

JUNIO: XLVIII Seminario dedicado a los Caudillos Federales: Simbolismo, mística y religión, a realizarse los días 12 y 13 de agosto en el horario de 19,30.



La Comisión Permanente de Homenaje al Brig. Juan Facundo Quiroga se enorgullece en hacer extensiva la invitación a todos los interesados a participar del XLVIII° Seminario de “Los Caudillos” dedicado a los Caudillos Federales, su simbolismo, mística y religión. El mismo se llevará a cabo en la Sede del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, sito en Montevideo 641 -entre las calles Tucumán y Viamonte- de ésta Ciudad. La entrada es libre y gratuita. Las charlas se sucederán los días 12 y 13 del corriente mes en el horario de 19:30hs. El itinerario, por tanto, ha quedado distribuido de la siguiente manera:
Miércoles 12 de agosto 19,30 hs
"Filosofía y religión en la época de Rosas" por la Dra. Celina Lértora Mendoza

Jueves 13 de agosto 19,30 hs.
"Simbolismo y mística en los Caudillos" por el Lic. Nicolás Carrizo


Agradecemos su difusión, así como esperamos vuestra presencia y participación. Saludamos a Uds. muy Atte.



Lic. Nicolás Carrizo
Presidente


Dr. Sandro Olaza Pallero
Secretario General

Sr. Juan Martín Grillo
Coordinador General


- Entrada libre y gratuita -
Se entrega certificado de asistencia
Montevideo 641 Capital Federal

Discurso Pruniunciado durante el Primer Acto de Homenaje a Juan Facundo Quiroga en el Cementerio de La Recoleta el -16 de Febrero de 2001-

Discurso Homenaje a un Gran Nacionalista
Por Eduardo Lafuente –Presente-



“En un día como hoy... hace 167 años... moría asesinado en Barranca Yaco –Pcia de Córdoba-, con su acostumbrada valentía... cara al sol! el Brigadier General Juan Facundo Quiroga.
La Patria había elegido a nuestro héroe para que se encarnara en él la nacionalidad y la afirmación de la independencia política y económica.
Fue él quien venció las pretensiones británicas, refrescadas por las serviles, genuflexos y traidores que ocupaban el poder en Buenos Aires.
Sus triunfos obligaron a los cipayos a que vivieran en el exilio hasta después de Caseros.
Eso jamás le sería perdonado.
Una leyenda de sangre y luto se volvió sobre su verdadera historia, adulterándola, falsificándola con todo tipo de infamias y calumnias. Las plumas que empuñaban aquellos sirvientes de la dominación extranjera redactaron las atrocidades más grandes sobre su vida, que fueron recogidas por más de un siglo, en textos y manuales de instrucción pública y privada.
No se le permitiría a él sobrevivir en el recuerdo de su pueblo. La mano del imperialismo inglés se ocuparía de difundir lo falso y sepultar en el silencio la verdad, como les ocurrió a otros héroes argentinos.
El sabía que todo lo que hacemos en esta vida tiene resplandor en la eternidad, y lo sabía por su formación de Católico Apostólico Romano.
Hoy como ayer retomemos su lucha, que también fue contra la corrupción de turno, porque con Facundo había temas que no eran negociables, entre ellos el honor.
Voy a terminar con la máxima de la Comisión: “Firmes y dignos” con los conceptos de nuestro caudillo.”



-Eduardo Lafuente-


16 de Febrero de 2001 – Discurso pronunciado durante el Acto de Homenaje a Juan Facundo Quiroga en el Cementerio Metropolitano de La Recoleta.

miércoles, 5 de agosto de 2009

El Nacionalismo

QUE ES EL NACIONALISMO
Por Nicolás Carrizo



Conceptos previos:

“El hombre no tiene Patria, sino que pertenece a ella: no tiene patriotismo, sino que es patriota”.
La Patria es una comunidad natural, de carácter humano, que tiene por origen, como la Iglesia, el mismo Dios, y su finalidad es la obtención del Bien Común Terrenal, que, en sustancia, es la vida en la verdad que nos hace libres. La Iglesia, por su carácter divino, tiene por misión el bien común sobrenatural, esto es, la salvación de las almas. La Patria nos da vida mortal, la Iglesia, la vida espiritual y eterna.
El amor natural a la Patria es el Patriotismo. Mas este sentimiento no debe llevar al hombre a recluirse en sus fronteras para desde allí mirar con indiferencia la suerte los demás pueblos, sino por el contrario, es un sentimiento abierto en la caridad a la Humanidad. El Cristianismo no puede desinteresarse de la suerte de los otros pueblos, cuyo destino le afecta, le alegra o le entristece.
“La conciencia de una universal solidaridad fraterna, que la doctrina cristiana despierta y favorece, no se opone al amor, a la tradición y a las glorias de la propia patria… El Divino Maestro en persona dio ejemplo de esta manera de obrar, amado con especial amor a su tierra ya su patria y llorando tristemente a causa de la inminente ruina de la Ciudad Santa. Pero el amor a la propia Patria, que con razón debe ser fomentado, no debe impedir, no debe ser obstáculo al precepto cristiano de caridad universal…” (Pío XII – “Summi Pontificatus”).

El amor a la patria es una virtud que nos impone servicio y donación gratuita.
Veamos cuáles son los factores que componen esta comunidad natural que es la Patria, y que no es la simple suma de individuos que habitan en un determinado lugar geográfico:
1) En primer término se encuentra el factor psicológico (valor subjetivo) que puede ser individual o colectivo y variable en su nivel de cultura. Es el que hace que amemos el lugar donde hemos nacido, el barrio o el valle, el paisaje, el clima, las costumbres, el rincón de los recuerdos, las cosas, etc.; lo que ha recibido el nombre de “patria chica”, que estimula nuestras afecciones y enciende nostalgias de ausencia.
2) El segundo es el factor geográfico, que es también natural, más importante que el anterior y estrechamente unido al factor histórico del que ya trataremos. No se trata de un factor puramente físico, sino de todo un conjunto complejo de valores contenido en la naturaleza humana del hombre que habita en determinada región geográfica y que le da su individualidad material y espiritual. Nuestro indio, por ejemplo, es tan argentino como el criollo en cuyas venas puede correr una porción de sangre extranjera.
3) El tercero y más importante es el factor histórico (valor objetivo). Es el que hace que el sentimiento se constituya en conciencia de la misión trascendente del hombre, es decir, lo hace participar en la empresa común de construir el futuro partiendo del pasado, sacrificando no pocas veces su interés personal.

Una Patria, no se hace una vez para siempre, necesita del constante esfuerzo y sacrificio de sus hijos para preservar su ser y proyectarla hacia su destino histórico. Por eso es que el patriotismo, infundido por la caridad, es el elemento dinámico que hace marchar la historia.
“La Historia –dice Pániker- hace cristalizar el pasado en el presente del hombre y lo proyecta hacia su destino de acuerdo con las más profundas raíces de su ser”.
“Ahora bien, si la ley natural nos impone la obligación de amar especialmente y defender al país en que hemos nacido y en que hemos sido criados, hasta el punto de que todo buen ciudadano debe estar dispuesto a arrostrar incluso la misma suerte por su Patria, mucho mayor es la obligación de los cristianos de tener la misma disposición de ánimo con respecto a la Iglesia” (León XIII – Encíclica “Sapientiae Christianae”).
“Por lo demás –continúa León XIII-, si queremos tener un juicio exacto de la materia, el amor sobrenatural de la Iglesia, y el amor natural debido a la Patria son dos amores que proceden de un mismo principio eterno, porque la causa y el autor de la Iglesia y de la Patria es el mismo Dios. De lo cual se sigue que no puede darse contradicción entre dos obligaciones…”
Quiere decir que el amor a la Iglesia es superior al amor a la Patria y esta supremacía no implica disminución ni contradicción en el orden de los amores, sino jerarquía de valores subordinación y unión.
Es el orden de valores que San Agustín enseñó: “Ama a tu prójimo; y más que a tu prójimo a tus padres; y más que a tus padres, a tu Patria; y más que a tu Patria, a Dios”.

¿Qué es el Nacionalismo?

En estos tiempos en que todo está revuelto en el mundo, desde las almas hasta las cosas –síntoma inequívoco del imperio de Satanás- la impropiedad en el lenguaje es la norma, cuya causa próxima es la confusión de las ideas y los falsos conceptos elaborados por las mentes oscurecidas y desviadas por las pasiones, el término “nacionalista” recibe las más variadas hasta opuestas interpretaciones. Unos lo sitúan en la izquierda y no vacilan en atribuirle parentesco con el Comunismo Internacional, llamándolo con el arbitrario mote de “socialismo nacional”; otros lo identifican con la extrema derecha, pasando por las más variados matices, llamándolo “nazi”, “totalitario”, “fascista”, también “reaccionario” en el sentido en que el marxismo le da a este vocablo. Otros hablan de nacionalismo “popular” para diferenciarlo del que se considera “oligárquico” o “elitista”.
Vivimos tiempos en que el subjetivismo y la opinión individual es el criterio de valor en todo, el sensualismo da el tono a la sociedad y su primogénito es el sentimentalismo. Vivimos la época de la idolatría del hombre. No importa que el ídolo se llame “democracia”, “ciencia”, “libertad”, “progreso”, “Estado”. En el fondo está el hombre que ha desplazado a Dios. Es una época de negación, como si la libertad se configurara en la rebeldía del NO a todo lo que no favorece la preferencia o interés individual.
Se niega la verdad absoluta. No se reconoce no se acata nada que esté fuera del individuo. No se acepta verdad alguna que no se entienda, ni se vea, ni se toque.
Cristo mismo, la suprema Verdad, es entendido según la infinita variedad de capacidades intelectuales. Asistimos a una quiebra generalizada de la Fe como virtud teologal. ¿Puede extrañar entonces que las palabras hayan perdido su sentido y su contenido dado que la Palabra que las sostiene y las nutre no rige ya? Las palabras “libertad”, “paz”, “democracia”, “patria”, “cultura” sin Cristo, han devenido en locura, como lo observó acertadamente Chesterton.
Así se explica que los activistas de izquierda o sus camaradas de ruta. Camuflados de patriotas, ataquen al verdadero nacionalismo porque es su enemigo. Lo que no resulta fácil explicar es el éxito que esa predica encuentra en personas que declaman su oposición al comunismo, que por desgracia, suman legiones de “idiotas útiles” como acertadamente las llamó Lenín.
¿Qué es el Nacionalismo? ¿Un Movimiento que pretende instaurar un nuevo orden social? ¿Un partido político con su filosofía propia y su programa de gobierno? ¿Será acaso la exacerbación viciosa del ‘patriotismo’? ¿O será tal vez la reacción natural del sentimiento nacional-natural herido por las conquistas liberal-marxistas que avasallan las patrias y esclavizan al hombre?
Los grandes movimientos nacionalistas de la historia del siglo XX nacidos en Francia, Italia, Alemania, España, Rumania, etc. no obstante las diferencias fundamentales entre varios de ellos, respondieron al último signo.
Para identificar al verdadero nacionalismo es necesario distinguir el ingrediente fundamental que lo define y lo sitúa entre las demás corrientes de idéntico rótulo y lo preserva de desvíos desnaturalizantes respecto de su misión y finalidad: la defensa de Dios, de la Patria y de su Pueblo.

La Patria tomada como comunidad natural fundada por el mismo Dios, según la definición de S.S. León XIII en su encíclica “Sapientiae Christianae”. Si bien la Patria es una institución de carácter humano, su origen no está en el hombre, y por lo tanto, no está para servir al hombre como último fin sino a su propio fundador. “… Porque la causa y el autor de la Iglesia y de la Patria es el mismo Dios”.
Aquellas doctrinas nacionalistas, que tienen (o tuvieron) por fin último la defensa del Estado o de la nación, desvinculados de la religión católica apostólica romana y cuyo origen podría remontarse a la época de los príncipes feudales que hicieron abandono de Roma, encontraron más tarde su pretendida justificación moral en el postulado hegeliano que sirvió de punto de partida a la doctrina marxista: “El Estado en si y por si, es la totalidad ética, la constitución de la libertad” (Hegel – “Filosofía del Derecho”). Este postulado, triunfante en los momentos del absolutismo del Estado por encima de la Nación, apoya su moral en los hombres sin Dios. De allí el término “totalitarismo” hoy tan de moda y en muchos casos tan impropiamente empleado. (En la actualidad del “totalitarismo” estatal hemos pasado al despotismo brutal del mercado).
Es muy importante tener presente que la Historia no es un proceso infinito como postula la concepción materialista. La historia es una creación de Dios y por lo tanto tiene principio y tendrá fin, y, en su fondo, es el cañamazo en el cual el hombre borda su salvación o condenación eterna. Por consiguiente, la Patria que es fundamentalmente historia, es medio natural y el estímulo espiritual necesario para que el hombre vaya al encuentro de Dios por la senda del sacrificio, de la negación de si mismo.
“El hombre necesita entregarse, salir de si mismo, vencer su egoísmo; necesita en una palabra perderse para encontrarse, negarse para llegar a ser” (Raimundo Pániker – “Patriotismo y Cristiandad”).
“Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, cargue con su cruz y sígame” (San Mateo – 6,24).
La Iglesia Católica ha reconocido la legitimidad del verdadero nacionalismo y apoya su lucha: “Todas las normas y cuidados que sirven para el desenvolvimiento prudente y ordenado de fuerzas y tendencias particulares y que tienen su raíz en las más recónditas entrañas de toda estirpe, si es que no se oponen a las obligaciones que sobrevienen a la humanidad por la unidad de origen y común destino, la Iglesia las aluda con júbilo y las acompaña con su materno pláceme” (Pío XII – “Summi Pontificatus”).
Y en las directivas dadas a los obispos católicos por S.S. León XIII contra la acción destructora de la Masonería, reclama la colaboración de los patriotas diciendo: “… Grande obra, sin duda, pero en ella será vuestro primer auxiliar y partícipe de vuestros trabajos el Clero, si os esforzáis porque salga bien disciplinado e instruido. Mas empresa tan santa e importante llama también su auxilio el celo industrioso de los laicos que juntando en unos el amor a la religión y en otros el amor a la Patria con su probidad y saber…” (“Humanus Genus”)
El verdadero nacionalista, como reacción contra la penetración disolvente de las doctrinas modernas que han culminado en el comunismo internacional y ahora al parecer en la “globalización” mundialista, llámese Liberalismo, Naturalismo, Panteísmo, Positivismo, Pragmatismo, Existencialismo, Progresismo, etc. lucha por la restauración de los valores espirituales en primer término. Quiere rescatar al hombre actual convertido en una nada colmada de vacío, y con él a la Patria, y ambos para Cristo. No espera el éxito porque no depende de él, sino de Dios.
“Combate por la justicia hasta la muerte, porque Dios peleará por ti contra tus enemigos, y los arrodillará” (“Eclesiástico 4,33).
No es una reacción que se encierra en las fronteras de la Nación, para desde allí mirar con indiferencia la suerte de los otros países. Su alma tensa está inflamada de Caridad, apoyándose en las particularidades nacionales que lejos de disolver sus caracteres en su proyección universal, se afirman y glorifican al particular de la verdad de su misión histórica.
“La conciencia de una universal solidaridad fraterna, que la doctrina cristiana despierta y favorece, no se opone al amor, a la tradición y a las glorias de la propia Patria… El Divino Maestro en persona dio ejemplo de esta manera de obrar, amando con especial amor a su tierra y a su Patria…” (Pío XII). En esa lucha por la restauración de los valores espirituales como condición primera para el ordenamiento del hombre y de la sociedad no descuida las demás actividades humanas. Si da preferencia al espíritu no es porque le desinterese la ignorancia, el hambre, y la miseria, por el contrario, es porque considera con verdad que es el camino más corto y eficaz para curar los males de raíz.
Aquellos movimientos nacionalistas (no pocos desgraciadamente) que circunscribieron su acción al plano económico, terminan colaborando con su enemigo, pese a las buenas intenciones, porque se colocan dentro de la dinámica del materialismo que quiere perfeccionar al alma por el camino de la satisfacción del estómago y de los placeres. Quieren curar la enfermedad combatiendo sus efectos sin atacar su causa. No advierten que la economía es un producto de ka actividad humana, esto es, un efecto y no una causa; la causa es el hombre a quien es necesario volver al orden, a su dependencia y obediencia a su Creador.
“Buscad primero el reino de Dios y Su Justicia, y todas las demás cosas de os darán por añadidura” (San Mateo 6,34).
Triunfante la soberanía del hombre en soberbia oposición a la real soberanía de Dios, su resultado es el desvarío y explotación actuales y la omnipotencia del Estado en algunas regiones y del mercado en tantas otras. Totalitarismos y despotismos en los cuales naufragan las naciones y los pueblos, para mostrarnos nítidamente los dos amores señalados por San Agustín que dijo: “Dos amores fundaron dos ciudades, que son a saber: la terrena, (con) el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios y la celestial, (con) el amor a Dios, hasta llegar al desprecio de sí propio” (“La ciudad de Dios”, Libro XIV, Cap. XVIII).
Es que negando a Dios se quiebra esa vertical de orden y armonía que asegura el orden natural de los amores, enseñado por el mismo doctor de la Gracia: “Ama a tu prójimo; y más que a tu prójimo, ama a tus padres; y más que a tus padres, ama a tu Patria; y más que a tu Patria, ama a Dios”.
Sobre la negación de esta inmutable jerarquía de los amores, ha levantado se trono el hombre moderno que no reconoce nada por encima de él, y por ello se siente sin obligación de servir, ni conoce el verdadero amor. Es el “NON SERVIAN” de Satanás convertido en norma permanente, en rebelarse al “Hijo del Hombre que no ha venido a ser servido sino a servir, y a dar su vida para redención de muchos” (San Mateo 20,28).
Hemos tratando de distinguir al verdadero nacionalismo de las demás corrientes que enarbolan el mismo pabellón, pero de distinto contenido doctrinario.

Veamos ahora lo que corresponde al nacionalista en el orden personal.

La virtud del patriotismo es esencialmente natural y entonces indiscutiblemente cristiana. Es algo primario e irreducible en el hombre encuadrado en su comunidad natural y en íntima comunión con ella. Una de las consignas de la revolución mundial para esclavizar a las naciones y a los pueblos, fue precisamente matar el patriotismo rebelando al hombre contra la comunidad, encerrándolo en su orgullo solitario, egoísta, con la ilusión de su autarquía, sin ligamentos ni vínculos con la sociedad (liberalismo).
El primero paso de su lucha restauradora, será romper las murallas de su egoísmo y reanudar sus vínculos con la comunidad. El primer combate debe librarlo con la ayuda de la Gracia, al verdadero hombre en la plenitud de dignidad perdida. Esto es el punto de partida, la condición fundamental de su misión histórica; su salvación eterna.
De nada valdrá lanzarse a la lucha contra las corrientes negativas del pensamiento y de la acción revolucionaria que convulsionan al mundo de hoy, si él mismo no está restaurado. Primero: barrer la propia casa; después, luchar para que el vecino la tenga limpia. Estos dos afanes deben estar íntimamente ligados. El hombre no puede salvarse solo. Si nos detenemos en el primer paso para desde nuestro balcón contemplar indiferentes la suerte de la Patria y mi pueblo, quedaría comprometida nuestra propia salvación porque esa egoísta y cobarde actitud importa romper la religación del hombre con Cristo.
Restaurarse significa cargar la cruz; servir antes que ser servido; sentirse siervo y no monarca; criatura no Creador.
Es necesario advertir que el liberal-capitalismo y el comunismo internacionales no son simples ideologías y partidos políticos sino que constituyen en si mismos una herejía. Es decir, que su fundamento es religiosos, y han elaborado sobre esa base, toda una concepción de la historia, del mundo y de la vida que absorbe la totalidad de las actividades humanas: religiosa, filosófica, artística, jurídica, política, educacional, económica, domestica, etc. En una palabra, es una cultura “democrática” que pugna por demoler y reemplazar nuestra tradicional y clásica cultura heleno-romano-cristiana.
El comunismo se presentó precisamente con el engañoso rótulo de una nueva cultura, como una nueva civilización que al faltarle el sustento de la Verdad Absoluta, se precipitó hacia la barbarie. Intentó edificar su sistema de verdades relativas en base a la materia de la cual dependería la felicidad del hombre y confirió a la ciencia y a la técnica el papel mesiánico del paraíso terrenal. El liberalismo es la otra variante materialista que parece haber sustituido a aquel comunismo internacional y ha erigido al mercado como el nuevo dios de la humanidad.
Y hay que reconocer que estos equivocados postulados se encuentran hoy triunfantes en el mundo moderno, incluso en países llamados católicos, o que han tenido circunstancial en el cual los medios de comunicación son instrumentos determinantes.
La única y real oposición a esta peste liberal-marxista hoy autodenominada “progresismo” es de esencia religiosa, porque, tal como vimos, su sustancia es teológica al fin. Los pueblos de raíz musulmana lo tienen muy en claro y volviendo a sus fuentes religiosas están dando un ejemplo de cómo se lucha contra la peste imperialista globalizadota. Los que están como anestesiados y estupidizados, nadando en “democracia” y suicidándose un poco más cada día, son los pueblos de raíz cristiana, como todos los pueblos suramericanos incluyendo al nuestro por supuesto y en primera línea de confusión, imbecilización, corrupción y entrega de lo propio.
La conversión, la “nueva evangelización de América”, la vuelta a las fuentes espirituales y salvíficas, es el camino político determinante de la hora actual, de este nuevo siglo. Que la Palabra vuelva a mandar para que entonces al vino le volvamos a llamar vino y al pan le volvamos a llamar pan.
Para ir logrando estas cosas recordemos que un buen cristiano, un buen nacionalista no es “antiliberal” ni “anticomunista”, en rigor no puede ser “anti” en nada; porque la Verdad no está contra el error sino todo lo contrario. Sería como afirmar que el hombre sano es enemigo del enfermo. Es el error el que está contra la Verdad y toma su apariencia para destruirla. Por eso el Anticristo… El hombre sano no solamente quiere conservar su salud, sino que anhela que el enfermo la recupere; por el enfermo mismo en primer lugar y para que no se produzca epidemia o contagio en segundo lugar si se quiere decirlo así. La actual herejía se apoya en la Verdad; eso sí, no puede existir sin ella; para vaciar su contenido y ofrecer en su engaño una apariencia de orden, justicia y salvación.
Esto significa que el patriota debe permanecer encerrado en si mismo frente al mal que lo devora. La Religión no induce actitudes pasivas, sino de lucha por la perfección y elevación de cada uno, del pueblo y de la Patria, y la vía de la violencia no está excluida en esa lucha, cuando está en juego la salvación eterna. Si así no fuera, no habrían existido, por ejemplo ni las Cruzadas, ni las grandes batallas contra las distintas herejías que fueron apareciendo una tras otra a lo largo de la historia y tantas cruentas guerras, batallas y luchas denodadas en tiempos de una Cristiandad que daba la cara por Cristo y que no se escondía detrás de aflautados cantitos de paz…
El patriota, el católico, el nacionalista debe ordenar su propia afirmación, la de su ser, de su persona, en Cristo. Esto no lo debe olvidar el nacionalista que se dispone como tal a la lucha. Recordemos la ley de los dos termómetros de Donoso Cortés: “Cuando el termómetro religioso está subido, el termómetro de a represión política, la tiranía, está alta” (“Discurso sobre la Dictadura”).
Hoy asistimos al singular espectáculo, propio de estos tiempos, en que los sanos abandonan la salud y el bien, para abrazar el mal, en una ciega actitud suicida. Es que el hombre moderno se ha convertido en un suicida, y esta extraña vocación se hace más visible en las clases dirigentes.
De espala al Ser Supremo, el hombre moderno marcha hacia la nada.
“Toda vida es lucha, -ha dicho Ortega y Gasset- el esfuerzo por ser si misma. Las dificultades con que tropiezo para realizar mi vida son, precisamente, lo que despierta y moviliza mis actividades y mis capacidades” (“La Rebelión de las Masas”).
Ya Don Quijote nos había advertido que el camino es mejor que la posada. Para un nacionalista de buen cuño, la condición del hombre, de peregrino en este mundo, cobra todo su dramático significado. No considera que haya llegado a su meta pues no se encuentra en este mundo. Su meta es Dios porque El es el origen. Desde el momento en que el hombre considera que ha llegado a ser o a tener todo lo apetecido o lo que le inducen a consumir, desde ese mismo momento comienza a dejar de ser. Así ocurre con la libertad, así acontece con la Patria.

El verdadero Nacionalismo es la lucha permanente del hombre en procura de la salvación propia y la de sus compatriotas y semejantes, su prójimo. Para ello se debe erigir en defensor inquebrantable de la Verdad.
Los aspectos principales de esta lucha son:
1) Amor y servicio a Dios Nuestro Señor, solicitando siempre la intercesión de María Virgen;
2) Vigilia para preservar el Ser de la Patria, conservando la unidad que parte del pasado histórico y se proyecta sobre el porvenir;
3) Amor, unión y respeto en la Familia;
4) Caridad para con todos los semejantes.



Lic. Nicolás Carrizo
Presidente

lunes, 8 de junio de 2009

JUNIO: Seminario n° XLVII de "Los Caudillos Federales" dedicado a don Martín Miguel de Güemes



"Buenos Aires, 08 de junio de 2009 - Año de Homenaje a Raúl Scalabrini Ortíz"

JUNIO: XLVII Seminario de los Caudillos dedicado al general Martín Don Miguel de Güemes -a realizarse los días 25 y 26 de Junio a las 19.30 hs-



La Comisión Permanente de Homenaje al Brig. Juan Facundo Quiroga se enorgullece en hacer extensiva la invitación a todos los interesados a participar del XLVII° Seminario de “Los Caudillos” dedicado a la memoria de Don Martín Miguel de Güemes, figura ilustre de la Independencia y exponente máximo de la cultura gaucha y federal. El mismo se llevará a cabo en la Sede del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas, sito en Montevideo 641 -entre las calles Tucumán y Viamonte- de ésta Ciudad. La entrada es libre y gratuita. Las charlas se sucederán los días 25 y 26 del corriente mes en el horario de 19:30hs. El itinerario, por tanto, ha quedado distribuido de la siguiente manera:


Jueves 25 de junio 19,30 hs.
“Genealogía y Heráldica de la familia Güemes” por el Dr. Sergio Núñez y Ruiz-Díaz

Viernes 26 de junio 19,30 hs.
“Güemes ya tomó partido: don Martín es Federal” por el Sr. Juan Martín Grillo


Dr. Sergio Núñez y Ruiz-Díaz: Jurista, docente de “Historia del Derecho Argentino” en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. Miembro del Instituto de Historia del Derecho del Colegio Público de Abogados de Capital Federal. Genealogista y heraldista.

Sr. Juan Martín Grillo: Estudiante de la carrera de abogacía (UBA). Ayudante alumno de “Teoría del Estado”, cátedra del Dr. Arturo Pellet Lastra. Coordinador General de la Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga. Miembro Fundador de la ACAPI (Asociación de Comunicadores Argentinos por Internet). Fundador y director de la página Web de Historia “El Restaurador de las Leyes”. Miembro del Instituto de Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas. Folklorista e investigador histórico.

Agradecemos su difusión, así como esperamos vuestra presencia y participación. Saludamos a Uds. muy Atte.



Lic. Nicolás Carrizo

Presidente

Dr. Sandro Olaza Pallero

Secretario General
Sr. Juan Martín Grillo
Coordinador General


- Entrada libre y gratuita -
Se entrega certificado de asistencia
Montevideo 641 Capital Federal
institutorosas@cultura.gov.ar / comisionfacundoquiroga@gmail.com / restaurandolasleyes@gmail.com

Fotos tomadas en el Seminario n°XLVI dedicado a la Revolución de Mayo

Las imágenes que pueden ver a continuación -gentileza del Prof. C. Fabián Bonvecchiato- fueron tomadas el día viernes 29 de Mayo, durante la ponencia que él mismo brindó respecto del "Primer Ejército Pátrio".
La Comisión Permanente de Homenaje a Juan Facundo Quiroga agradece enormemente tanto al Profesor Bonvecchiato como al "Tercio de Cántabros Montañeses de Buenos Ayres" por brindar tan magnífica demostración y contribuir de este modo a cultivar al pueblo y reafirmar tanto sus valores tradicionales como su Historia en general.
Lic. Nicolás Carrizo
Presidente